El mar de oportunidades

Señores, ¡Nos ahogamos! en posibilidades...

Aquellos que vivimos día a día con muchas opciones y sin nada que nos contenga.

La libertad es hermosa para quién tiene un rumbo fijo y sabe navegar entre las aguas de oportunidades.


Pero para los perfeccionistas, para los que no deciden un rumbo,

el mar es pura aflicción.

El sentimiento de estar perdido, 

la incoherencia de vivir en medio de la nada,

la absoluta y denegable lógica de que lo tenemos todo.


La gente espera que camines hacia delante, a un futuro firme y próspero, lleno de sueños incompletos o incumplidos, huyendo de la escasez y el resentimiento, de esa falta de perdón que sigue culpando al mundo y a la familia por la privatización del afecto, del alimento, del placer y los méritos dignificados.

Ah...

Pero y qué si no te falta alimento?

Pero y qué si no te aman?

Pero y qué si te cuesta tanto ser digno de amar?

Pero y qué si pierdo la vida misma buscando ese éxito mal soñado.

Pero y qué... si me exiges que estudie y me prepare para ser un fracasado,

un ser empleado que asegura su permanencia a través del sacrificio y sumisión.


Ese no es mi estilo.


Pero y qué si nadie cree en tus nuevas ideas, no es como si pudieras forzar el entendimiento, no es como si ellos estuvieran equivocados... Es sólo que nadie apuesta por ti y nadie te motiva a lanzarte al vacío en disfrute de la aventura de crear nuevos mundos en el aire, que eso significa ser emprendedor.

Estos jóvenes de hoy en día están cada vez más cerca de comprender que las oportunidades son un material abstracto que ahogan personalidades, destinos, sueños, caminos.

Que la gente nos ha hecho creer que son como el oro, pero el oro es oro para aquel que brilla cuando lo ve. 


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